


No obstante, esta sabiduría popular, que en ocasiones es un prodigio de vida saludable y natural, no profundiza mucho más en la repercusión sutil que esta influencia lunar ejerce sobre las personas. Y a ello vamos.

Porque está comprobado que durante esta fase, aumenta el porcentaje de suicidios y asesinatos. Selene dirige la concepción de toda criatura y ajusta la procreación de todo lo viviente. En Luna Llena los partos son más fáciles y frecuentes. Se le asoció en la Antigüedad con lo Femenino, en parte por esta cualidad fertilizadora y fecundadora, pues ella es la que regula los ciclos menstruales en las mujeres. La ausencia de la influencia lunar, ocasionaría el colapso de todo el sistema vital de la Tierra. Sin embargo, igual como ella produce las olas que se acercan y se alejan de las costas a merced de las corrientes marinas, así ocurre con nuestros pensamientos y emociones, que cambian de dirección, fuerza y determinación, en función de cual sea la fase lunar y demás influencias astrológicas que dominen en ese momento.
Ocupémonos ahora de la repercusión psíquica, que sobre nosotros, ejerce este enigmático satélite. Ya hemos visto, que en cada una de sus fases: Nueva, Cuarto Creciente, Llena y Cuarto Menguante, la cantidad de energía que incide sobre nosotros es muy diferente. En realidad, estas cuatro fases de la Luna son las que ponen en actividad toda la mecánica terrestre. Plantas, animales y personas vivimos al son de esos ritmos lunares.
Debido a esto, actúa Selene como un gigantesco reloj de péndulo, acrecentando y disminuyendo, de forma cíclica, nuestro estado de ánimo. Y he aquí lo verdaderamente importante. Todos sabemos que la Luna siempre muestra el mismo rostro, manteniendo el otro ajeno a nuestras miradas. De la misma forma, todos tenemos una cara visible de nuestra psicología que manifestamos diariamente, pero también una parte subconsciente que permanece oculta la mayor parte del tiempo. Por estar oculta y escapar al común conocimiento de las gentes, este subconsciente lunar viene a regirse con esas fases que hemos visto. Al desconocer esa psicología oculta del ser humano, es difícil observar de qué forma afectan las fases lunares, favoreciendo la aparición de inconscientes cambios de humor, depresiones, euforias, agresividad, etc.
Retomando donde dejamos esta cuestión, habíamos dicho que las civilizaciones antiguas divinizaron a la Luna, pero eso sí, remarcando tres aspectos principales. Por una parte, atribuyeron a la Diosa Selene (Plenilunio), los poderes creadores que ya antes se comentaron; por otra, a la Diosa Hékate (Novilunio o fase oscura), como la destructora y portadora de la muerte; y a la Diosa Artemisa (Cuarto Creciente), como punto de transición entre ambas. Pero, se pensará, ¿cómo se puede, al mismo tiempo, representar cosas tan opuestas entre sí?
Pues porque necesariamente, nuestro subconsciente, donde habitan esos desagradables inquilinos, deberá dejar de serlo, es decir, volverse consciente, para que nazca en nosotros la Luz de la Conciencia. O sea, que para que algo nazca, algo deberá dejar de existir. “Sólo con la muerte adviene lo nuevo”, nos indica un querido sabio. Por eso, las gentes del pasado vieron en las fases lunares, una perfecta representación de ese proceso de despertar.
Las influencias cósmicas conducen al dormido ser humano, a las guerras, al maltrato, al delito, etc., sin que se pregunte a sí mismo qué hacer para despertar de ese sueño selénico. El problema no reside en dichas influencias, pues ellas cumplen su propósito de acuerdo a las leyes de la Naturaleza. La cuestión está, como hemos visto, en la falta de dominio del pobre hombre dormido, sobre sus reacciones, impulsos y estados psicológicos. Otra cosa diferente sería poder utilizar las fuerzas lunares y cósmicas para emprender proyectos, negocios, curas, abandono de vicios como el tabaco, etc. En definitiva, aprender a vivir con plenitud, en armonía entre lo de arriba y lo de abajo.
Muchas cosas cambiarían, en el futuro, si nuestros jóvenes de ahora supieran convivir conscientemente con sus instintos y emociones.




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